Hablemos
de los celos malos. No de esos que son deseables, los que nos encanta provocar
en el otro (con medida, claro). Hablemos en cambio de los que te ahogan y te
impiden mostrarte cómo eres.
“No
pienses en salir conmigo con esa minifalda”. “No me gusta que te hagas la cool
con tus amigos”. “¿Eso te pusiste? Cúbrete”. No son frases inventadas: me pasó
a mí. Yo sobreviví a un novio súper celoso. Tan destructivo puede ser este
problema que hasta tiene nombre de patología: celotipia o delirio celotípico.
Celos:
temor real o fantaseado de perder al otro
Así
los define la Lic. Adriana Guraieb, full member de la Asociación Psicoanalítica
Internacional y miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Y
agrega: “Es necesario distinguir entre los celos normales y los patológicos
(irracionales, obsesivos, compulsivos e infundados)”.
La
celotipia sería la forma más extrema. Es directamente un delirio: una idea
falsa, irreductible y persistente que solo existe en la cabeza del que cela,
explica la experta. Cualquier situación es un argumento válido para sospechar
de una infidelidad: si llegaste tarde, si te saludan por la calle, si tu coche
se descompone…
Y
no solo eso. El ejemplo que di de la minifalda puede parecer trivial, pero es
exactamente lo que un celotípico busca: ajustarte a sus caprichos. Convertirte
en un objeto a su disposición. “Son personas muy posesivas”, afirma Guraieb.
El
celotípico tiene una extrema dependencia afectiva y falta de autoestima,
detalla la psicóloga. Necesita del otro permanentemente para vivir. Pero si su
víctima cede a sus exigencias, la situación puede empeorar, advierte la
entrevistada.
Las
obsesiones ya no tendrán límite y se puede caer en una espiral sin fin. Que
cambies tu vestuario o que salgas menos de tu casa no lo tranquilizará al
celotípico. Le despertará aún más desconfianza.
Cómo
reconocer la celotipia a tiempo (y huir)
Guraieb
nos aporta estas claves:
•
Las discusiones son permanentes, y el clima cotidiano en la pareja es de gran
malestar.
El
otro no puede controlar el impulso de maltratar, acusar o reprocharte.
•
Siempre está el amante imaginario entre él y tú.
•
Vive desconfiado y vigila hasta los mínimos detalles: cuántas veces sonó el
teléfono o los minutos que tardaste en llegar del trabajo. Revisa tu correo y
mensajes del móvil.
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